sábado, 15 de enero de 2011

Diario de Antonieta...Extraño

15 de Enero / Cualquier año


Es triste Diario, como paso por las calles y nada dejan en mí y yo en ellas. Es como si no existiera. Felizmente esa sensación me dura muy poco dentro, luego es evacuada como un pedazo de excremento cremoso e indoloro.

Hace días quiero hablarte de Él nuevamente. Lo he estado pensando mucho últimamente, y no se por qué. Es mas, ni si quiera recuerdo qué es lo que hacíamos en estas mismas fechas hace tantos años. Mi memoria sin duda lo ha borrado, pero mis fibras más internas aun recuerdan las sensaciones que solo Él me ha podido dar, como punzadas de vida entre tan vacío inerte.

Hay miradas que sabes que jamás podrás encontrar en otros ojos, y que jamás podrás dar tú. Miradas que son solo de uno a uno y ahí terminan, no hay generosidades para otros. Eso era lo que nos sucedía; El me sabía mirar exactamente. Sus largas pestañas enganchaban mi mirada con la suya, y nuestros ojos se convertían en personajes independientes, con historias propias que compartir. Esa mirada, jamás le he vuelto a encontrar. He revisado en muchas personas, animales, fotografías, videos…no existe, tu mirada no existe. ¿Y yo…cómo te miraba?

Acabo de recordar una tarde de Domingo en la que acariciabas mis cabellos. Yo estaba recostada en el piso y jugaba a ser una estrella, estirando mis extremidades y mi cabellera para que quedara lo mas larga posible al ras del suelo. Tú te recostaste en sentido opuesto a mí, colocando tu cabeza a un lado de la mía, estirando tus extremidades también, y acariciando mi cabello largo enroscándolo en tus dedos. Decías que yo te encantaba y yo no decía nada, solo miraba el foco de luz prendido en el techo. Me lo repetías muchas veces hasta que hacías que volteara mi cabeza hacia ti y te mirara directamente a los ojos. Ahí me lo repetías una vez más y yo sonreía, luego soplaba en tus ojos para que dejaras de mirarme así.

No te extraño, extraño existir.

viernes, 14 de enero de 2011

Diario de Antonieta... Navidad

25 de Diciembre / Cualquier año


Querido Diario:

Primer año luego de muchos que vuelvo a la casa de mis padres para pasar ahí la Navidad. Sería mucho más indicado decir “celebrar ahí la Navidad” pero, después de tantos años sola y lejos de ellos, volver a su casa por esta semana de Diciembre me sigue indicando que con mis padres uno solo “pasa” las fechas supuestamente especiales, “celebrar” no está dentro de sus posibilidades.


El año pasado mi Navidad fue un tanto extraña. Me la pasé durmiendo de 24 para 25 y a la mañana siguiente fui a una reunión que la empresa para la cual trabajaba organizó. Fue raro que eligieran el mismo 25 de Diciembre para hacer la celebración, generalmente las personas suelen visitar a familiares ese día. Contrario a lo que yo pensaba, muchos de mis compañeros y compañeras de trabajo asistieron a la reunión y se quedaron todo el día, tarde y noche en el local. Como a las 5 de la tarde ya todos estaban lo suficientemente ebrios como para contar sus historias familiares y llorar. No soporté el espectáculo y fui a caminar por la playa.


Esa caminata por la playa…ni siquiera sé porqué no te escribí sobre esto antes. Esa tarde, después de la reunión, bajé a la playa, a una con arena para poder caminar descalza. Miraba como el sol se hundía a lo lejos, despistado de las celebraciones humanas, y yo tratándome de contagiar un poco de él. Me senté mirando hacia el mar. De pronto un joven se acercó a la orilla, se quedó parado dejando que el mar mojara sus pies. Luego de un rato caminó hacia mí y preguntó si podía sentarse conmigo. En realidad su compañía a lo lejos ya me había gustado así que tenerlo sentado a mi lado me habría gustado más, pero le dije que no, que prefería estar sola y que la playa era lo suficientemente grande para que él pudiera sentarse en otro lugar. Me miró, sonrió y mientras se iba dijo: Como quieras, Antonieta, siempre como quieras.


Jamás lo volví a ver. No sé como supo mi nombre. Sí, lo sé, parece como parte de esas películas estúpidas y cursis, pero me pasó. Una amiga una vez me contó que le había pasado algo parecido: Estaba en la calle y uno de los chicos que trabaja en transporte público le gritó “Hey Alexandra! Buena noche la de la otra vez!”. Ella me aseguró no haberlo visto jamás, pero que tal vez en algún punto de alguna noche de celebración en algún lugar pudo haberlo conocido. En mi caso, yo no salgo a bares, ni ando con grupos grandes de gente. Desde que me mudé sola he extendido mi soledad a las situaciones sociales con lo cual me siento bien. Es lo que quiero, siempre como quiero. Este chico lo dijo y en algún momento otro también me lo decía, constantemente y preocupado.


La casa de mis padres, siempre tan ordenada, limpia, y decorada por Navidad gracias a mi madre. Verme llegar no hizo que se sorprendieran. Fue solo como un nuevo punto de partida para la rutina de siempre y de años atrás: Navidad en Familia de a Tres. Entré a casa, los saludé, mi madre me mostró sus últimas construcciones manuales navideñas, y mi padre acariciaba el control remoto del televisor sentado en su sillón mientras nos seguía con los ojos. Esa noche, días antes de noche buena, cenamos juntos. Los escuché hablar de nada como siempre lo habían hecho, pero esta vez ya no me incomodaba. No es que me hubiera acostumbrado, es todo lo contrario, me desacostumbré y escucharlos ahora era exótico en mi vida, puedo soportarlo. Al día siguiente, temprano ayudé a mi madre con los quehaceres de la casa. Mi padre seguía durmiendo. Como al medio día él se despertó fue directo al sofá, prendió su televisor y ahí se quedó en silencio. Mi madre hablaba y hablaba mientras barría, cocinaba, lavaba y limpiaba estantes. Ahora yo me sentía una espectadora más y ya no parte de eso. ¿Cómo podría haberme ajustado a esa escena? ¿Habría sido la conciliadora que hace que su padre colabore? ¿Habría sido la hacendosa, que toma la posta de su madre para que ella pueda reposar con su esposo y ver la televisión cómodamente? ¿Habría sido la lengua larga, que ve a su padre haciendo nada y de tres frases puntiagudas en tono severo se encarga de hacerle sentir inútil y a su madre culpable por siempre haber sido tan servicial? ¿Hay otras opciones para mi personaje? Creo que la de espectadora es la que mejor me queda, con la que mejor me llevo y en la que menos involucrada en sus asuntos estoy. A pesar de todo, creo que la vida de jubilados les ha asentado bien.


La noche buena, como todos los años en los que viví con ellos: Asado de carne, puré de manzanas, arroz con pecanas, vino borgoña, y gaseosa negra. Cenamos más temprano porque mi padre se queda dormido antes de las 9 ahora. A las 10 las luces de la casa ya estaban apagadas, yo salí al balcón para respirar un poco y fumar un cigarrillo. A la media noche los vecinos comenzaron con su típico ritual pirómano. Toda la cuadra encendía cuetecillos, silvadores, luces de bengala, y todo tipo de artefactos pirotécnicos que la situación ameritaba. De lejos me saludaban y se abrazaban a si mismos señalando con un gesto que el abrazo era para mí, aún sin recordarme del todo. Hace ya tantos años no andaba por ese barrio.


Los días posteriores fueron sumamente rutinarios, iguales y aburridos. No se como mis padres soportan una vida así. Es como si diariamente borraran sus recuerdos mas inmediatos, sus quehaceres rutinarios y las situaciones cotidianas de su memoria. Así despiertan un nuevo día y se nota la práctica en su actuar, pero no se nota cuan aburridos podrían estar de descubrir que todos los días cumplen la misma condena.



Hoy, ya en casa, en mi misma otra vez, no los extraño. Probablemente pase una larga temporada nuevamente antes que vuelva a dirigirles la palabra o si quiera pensar en ellos. Así soy, es mi modo…siempre como yo quiero.